Mi nombre es Marisol, mujer
lesbiana de 28 años, soy chilena, resido en San Cristóbal hace poco más de un
año y medio. Lugar al que llegué para acompañar los procesos políticos de dos
proyectos: el primero se llama Lesbianas y feministas por El derecho a la
información, donde nos propusimos acompañar mediante diversas estrategias a las
mujeres que deseen abortar de forma autónoma y segura. Y, el otro proyecto se
denomina Rebeldía Lesbofeminista del Sur, donde apostamos por la creación
política y rebelde de nuestra existencia lesbiana, desde una óptica radical
feminista. Vivo en una comunidad de lesbianas en el pueblo que hoy me cobija.
Es hasta hace algunos años,
que nombro lesbiana. No obstante, mi rareza y cuestionamiento profundo del
régimen heterosexual es tan antiguo como mi existencia misma. No recuerdo la
primera vez que escuché la palabra lesbiana, por lo mismo mis referentas son
escasas y se reducen más bien a la sospecha, o a la duda de “será o no será…
(lesbiana)”. Comprendo ahora como mujer y lesbiana política, que lo que no se
nombra no existe. Recuerdo que desde pequeña llamaron mi atención las mujeres
valientes, poderosas y raras, que se escapaban a la norma de la feminidad.
Mujeres brillantes, inteligentes, generosas con sus saberes. Creo que a todas
ellas las recuerdo, las llevo en mi cuerpo como el reservorio de mis primeros
amores.
“las
lesbianas insisten en documentar su lesbianismo.
así
perseveran las lesbianas, repitiendo lo que son: lesbianas.
todas
las lesbianas están hechas de mujeres que regresan a sí mismas.
Tatiana
de la Tierra