miércoles, 13 de marzo de 2019

MÁS 8M, MENOS 14 F: apuntes y deconstrucciones sobre amor romántico

Tiempos intensos, tiempos movedisos, la arremetida feminista llegó para quedarse, ando cuestionando y escudriñando, vamos camino a la huelga del 8 de marzo y la pienso. Una huelga en la que buscamos apostar por un giro intransigente al sistema y todas sus expresiones y concreciones en el cotidiano, en nuestro cotidiano. Donde se invita a cambiar la realidad desde todas las trincheras de lucha y cuestionarlo todo. En esta partida divago y navego en la cultura de amor romántico, lo que le lleva y conlleva, cómo se nos domestica en amor romántico y en qué consiste esa domesticación.

Es que hoy en día hay muchos tipos de parejas y relaciones, pero lo importante, en realidad, no es qué tipo de relación tengas, sino que, si la que tienes es la que quieres tener ya sea desde el régimen de la heteronorma o no. Transitamos en tiempos en que existe un sinfín de etiquetas  para nombrar y clasificar relaciones. 
Cuestiono algunos de los cimientos que existen tras la idealización del amor romántico: los celos entre pareja, el sentido de posesión sobre un otrx, hasta la misma monogamia, de cierta forma, pienso, las dinámicas de parejas están respondiendo a lo que el sistema –capitalista y patriarcal- quiere.

Por qué patriarcal y por qué capitalista. La mayoría de las parejas basan su vínculo en relaciones de micro-poder, eso se asocia a uno de los rasgos que posee el patriarcado, que se refiere a negar la autonomía personal en las relaciones sociales, de todo tipo, porque recordemos que el patriarcado afecta a todas las subjetividades que habitamos este planeta, en diferentes medidas e intensidades, claramente. Existen mandatos patriarcales dentro de la concepción del amor romántico, donde las mujeres, mayormente, nos realizamos cediendo libertades e independencia por otrxs, nos postergamos, incluso hasta la muerte, a cambio de la eterna promesa del amor. 

Marcela Lagarde, antropóloga feminista, tiene un largo recorrido en la materia del amor, para ella: “La cultura patriarcal se ha prodigado en crear una moral amorosa para las mujeres. La ha desarrollado, la ha vestido y revestido a lo largo de siglos”. Porque, como señala la autora, los contenidos de la libertad y el amor son diferentes por género, lo son también por el sentido de la vida y la posición en el mundo de cada cual. La cultural patriarcal se ha encargado de hacer de las mujeres las especialistas del amor, las educa para que se especialicen en amar y en vivir en pos del amor, porque es obvio que nadie nace amando, así mismo, como decía Simone de Beauvoir: “no se nace mujer, llega uno a serlo”, en materias afectivas es lo mismo. En "El segundo sexo", la filósofa planteó, además, que la particularidad de la opresión de las mujeres (heterosexuales) está en que aman a su opresor, a su enemigo. Bajo esta moral amorosa "(...) nos educamos y educamos a otros. Educamos en cuanto al sentido trascendente y filosófico del amor. En cuanto a los deberes del amor, en cuanto a las prohibiciones amorosas y en cuanto a lo que está permitido en el amor”, señala Marcela Lagarde. 

Es capitalista por el sentido de propiedad, de querer poseer a otrx y de cosificar el amor, traducir el amor en objetos: quien más te da, materialmente, te quiere más, viendo el amor como un mercado de consumo. Aquel en el que si no me responden de igual manera “mediante actos de amor” no es amor, porque el amor se trata de dar y recibir, o eso nos han dicho.
La dinámica de amor romántico aprendida nos ha embutido que el amor es un intercambio de bienes, donde unx recibe a cambio de lo que da, expresado en diferentes dinámicas de pareja: placer sexual, contención emocional, compañía y más. Fiel reflejo de un amor de bien de consumo con un fin netamente utilitario. No nos culpo, fuimos criadxs bajo esa lógica y es sumamente complicado desmarcarse de ello. Porque no busco con esto hacer teoría, ni levantar nuevos paradigmas, al contrario, pretendo describir una realidad común, basada en mi experiencia como espectadora y protagonista de las dinámicas del amor.

Es que desde pequeñxs, sobretodo en el caso de las mujeres, se nos enseñó a querernos poco, y sólo a costa de lo que nos quisieran otros, de ahí surge esa necesidad de validarnos con respecto a otrx. El dicho popular que apela a “la media naranja”, el cuento de la complementariedad, lo que necesito para ser feliz o esas típicas frases que apuntan a necesitar de alguien más para poder ser. Sí, ser. Junto con ello, se nos pregunta constantemente si estamos con alguien, si nos gusta alguien, generando la necesidad de querer a otro antes que a una misma, de necesitar de un otrx para estar completas. Marcela Lagarde, habla de eso, refiriéndose a esto como el sentimiento de orfandad con el que somos criadas las mujeres, se nos ha hecho creer que dependemos de otros para todo y que la soledad es mala.

Creo en la autonomía moral de toda subjetividad que habita y respira: soy enemiga de todo tipo de opresión, subordinación y explotación de un individux por sobre otrx. Sumado a eso, estoy en contra de todo tipo de relaciones, amorosas o no, de posesión y dominación. Pero, a pesar de tener claras mis convicciones con respecto a las relaciones amorosas que debería tener, me he visto transgrediendo todo lo que creo y abogo. Comenzando a caer en dinámicas de querer controlar a otrx y las situaciones, generando imaginarios de posesión y una cadena de inseguridades conmigo y quienes me rodean. Momentos en los que noto que estoy pelando el cable. No me reconozco, no calza mi discurso con lo que practico, toda posible praxis deseada se me va a las pailas. Distanciándome de mí, de todo lo que creo y predico, convivo en una disputa de tratar de amputar ese sentimiento de posesión, control y extrañas inseguridades. Esa es la razón de esta columna. 

El amor de pareja al que habituamos forma parte del sistema que odiamos, y se han levantado una serie de luchas contra éste: movimientos sociales de toda índole, debates colectivos y varias manifestaciones. Pero al amor y sus dinámicas lo cuestionamos poco, y por más feministas que seamos, al amor no se le toca. Nos acostumbramos a responder a sus lógicas, nos acostumbramos al amor del capitalismo, es decir, el amor patriarcal y heteronormativo.

Naciendo un mercado a disposición del “amor” y junto con ello tipos ideales de relaciones, como también, estereotipos con respecto al género y a la función que cada parte debe seguir en la relación. La idealización y el mandato del amor encierra recovecos de dominio que generan desigualdad, lazos de dependencia y propiedad, así como privilegios y distinciones que generan frustración, sufrimiento e incluso daño. 

En el mandato de la cultura del amor existen estereotipos amorosos, que se ven sustentados en la publicidad y la televisión, que venden imágenes, productos, un sinfín de propuestas de cómo debe ser una relación, provocando que todxs busquen cumplir con esas expectativas que el sistema trata de embutirte por todas partes. Se crea un imaginario con respecto a lo permitido y no en una relación, donde la sociedad, finalmente, es la que juzga y se da la libertad de opinar sobre cómo deben ser las relaciones: de pareja, de amistad, en el trabajo y con la familia. 

Pese a toda la teoría y razonamiento ideológico que unx pudiera adquirir, a medida que va creciendo, no es tan fácil aplacar toda una vida de crianza y desarrollo en función de cierta idea de cómo debe ser el amor. Es ahí cuando emerge esa tensión entre el discurso y la práctica. Entre el acto consciente de reflexionar con respecto a qué tipo de relación, sea amorosa o no, se apela a tener; con respecto a lo “visceral” -llamémosle así al momento en que brota todo sentimiento de posesión y apropiación con respecto a otrx-, que contradice y aplasta toda convicción de una relación autónoma y de libertad. Porque hay que tener en cuenta que una cosa es la teoría y otra la práctica, y en ningún caso planteo encontrar la solución a esta contradicción, quiero dar espacio a una reflexión ligada a cómo es que se están planteando los vínculos amorosos, cómo se está entendiendo el amor y cómo nos han hecho creer que debe funcionar.

Los tiempos cambian, y son otros los contextos y factores que van influyendo en cómo se establecen las relaciones, de todo tipo, en la actualidad. No creo en un tipo ideal de relación, lo que sí creo es que debemos dejar de ver el amor como mercancía, despotismo, exclusividad, posesividad, como algo cosificable y eterno. La invitación es a reflexionar entorno a la posibilidad de plantear relaciones autónomas, es decir, no depender de otrx y respetar el espacio de reflexión individual. Ver el amor como un espacio de libertad, de auto-reconocimiento, y reconocimiento en otrx, que es diferente a la validación. Un espacio de compartir convicciones y de tejer vínculos que no respondan a lo que el sistema quiere. Es difícil, pero hay que darle una o varias vueltas. 

No nos sigamos engañando, escarbemos en lo que se esconde tras la errónea idealización y dictamen del amor romántico. Camino a la huelga del 8 de marzo paremos, también, por ponerle fin a la precarización de nuestras vidas con respecto al amor. 

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