domingo, 27 de octubre de 2019

La falsa paradoja del caso chileno: ¿estabilidad de qué y quiénes?

El extranjero se pregunta sorprendido: "¿qué pasó con el país 'ejemplar' de América Latina? ¿Qué pasó con el país que aparenta una histórica estabilidad institucional?". La lavada imagen de Chile esconde que esa estabilidad es justamente una apariencia producto de 17 años de terrorismo de Estado: genocidio, tortura, desapariciones, violaciones, censura. Pasó que los 17 años de dictadura criaron a generaciones aterrorizadas y despolitizadas. La represión vivida en esos años se mantuvo durante décadas en los cuerpos que crecieron en toque de queda. Tuvo que pasar mucho tiempo para que el miedo soterrado se pudiera ver en retrospectiva y ya no de manera victimizante y descontextualizada como lo monta el Museo de la Memoria y los DDHH, sino considerando que se trata de disputas políticas y de cómo el modelo neoliberal se logró imponer: mediante la violencia y la muerte. "Miren como nos hablan de libertad", cantaba Violeta. Denme un ejemplo donde el mercado haya triunfado sin matar. Lo estable de la  institucionalidad política chilena ha sido constituirse históricamente desde el conservadurismo, fascismo y autoritarismo. Las excepciones a esa tendencia fueron duramente boicoteadas y posteriormente, exterminadas. Y a eso le llaman estabilidad. Dicen en el extranjero que en Chile hay muchas riquezas, que en ese oasis están los mejores sueldos sudacas, pero no saben cuánto cuesta la vida ahí entre la cordillera y el mar, donde la gente se endeuda eternamente para sobrevivir. Pero pasó que nacieron generaciones herederas de la dictadura, que no fueron masiva y sistemáticamente secuestrados, quemados, electrocutados, asesinados. Si bien la política de muerte continuó de manera invisible durante la democracia neoliberal, lxs nietxs de la dictadura hemos tenido la posibilidad de politizar la historia reciente sin el terror inscrito en nuestros cuerpos y hemos vinculado esta herencia con la vivencia de la violenta desigualdad. Es la alegre rebeldía de lxs estudiantes que fueron juntando experiencia organizativa desde el 2006 y el 2011, exigiendo educación gratuita y de calidad para todxs. Hemos tenido el ejemplo del pueblo mapuche, que lleva desde mediados del siglo XIX resistiendo y luchando contra el terrorismo colonial del Estado chileno. Y es también el aporte fundamental del movimiento feminista que ha levantado la consigna “contra la precarización de la vida”, reflejada en las demandas que vemos hoy en las calles. Las oligarquías blancas chilenas fantasean con la estabilidad de su grotesca acumulación, pero el pueblo y su memoria de lucha, revitalizada hoy por la recuperación de la dignidad colectiva, se está reapropiando de la historia. 

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