Uno
de los objetivos del terrorismo de Estado es provocar un dolor tan fuerte que
no sea posible de procesar. Es provocar un shock, un trauma que paraliza,
porque es más fácil reprimir los recuerdos de lo vivido que enfrentarlos y
revivirlos. La avanzada represiva, mutiladora y terrorista del Estado
capitalista y su aparato militar está buscando reinstalar el miedo y shock en
lxs que luchan, para así volver a tener personas atemorizadas y enajenadas que
se anclen pasivamente al ajetreo de una cotidianeidad explotadora. Buscan
reactivar la memoria de derrota de las utopías y volver a romper el tejido
social, las organizaciones y articulaciones sociales, mediante la creación de caos social. Los policías están persiguiendo y amenazando por
medio de torturas a quienes desafían el status quo en Chile; una perfecta
performance estatal es la que se presenta en el escenario de las últimas
semanas. En los hechos, nada lo distingue de las prácticas maquiavélicas de los
70s-80s. Sin embargo, los horrores de la dictadura los representamos como
superados. Según el museo de la memoria y los DDHH están encapsulados entre
1973 y 1990. No hay contexto conflictivo previo ni continuidades posteriores.
Pero sabemos que no hay meras coincidencias o equivocaciones en el
despliegue de la fuerza policial actual. Si no, ¿por qué hay más de 200
personas con al menos un ojo mutilado? Esto es un mensaje de terror al
"despertar chileno" que, por lo demás, se ha venido gestando desde
hace muchos años. El aumento de la violencia ha sido progresivo: pueblo
mapuche, movimiento estudiantil, movimientos contra centrales hidroeléctricas,
sector pesquero, y otros ya habían constatado en sus cuerpos que no nos
estábamos enfrentando a una "violencia permitida", más bien, los años
previos fueron preparándonos para lo que está sucediendo actualmente,
bajo el proceso de la normalización de la violencia. Muchxs de lxs que
se encuentran en las calles probablemente no encarnan el miedo dictatorial y es
por ello que hoy nuestras cuerpas se han transformado en campos de batalla, al
igual que en dictadura.
En este sentido, claro está que con esta práctica sistemática de disparos a los ojos se nos está advirtiendo simbólicamente que no estamos autorizades a observar nuestra realidad de manera crítica. Antes del estallido, nuestra vista estaba siendo nublada por el agobio del día a día bajo el control del sistema y por tanto, no representábamos ninguna amenaza. Ahora que "Chile abrió los ojos", el Estado declara a ellos, las caras, cuerpos, mentes, almas y corazones del pueblo, un castigo ejemplar a través de las prácticas que no pensábamos volverían a repetirse, permitirse y respaldarse y no sólo por quienes gobiernan el país, sino también por el resto de los países. Hay una complicidad que se manifiesta a través del silencio.
Todo esto que podemos observar, es una estrategia
deliberada y dirigida a reinstaurar el poder y autoridad del Estado neoliberal mediante la
violencia más cruda. Pedagogía de la crueldad, como diría Rita Segato. Estamos
en un mundo re-feudalizado dice la antropóloga, y los dueños del mundo nos
recuerdan mediante el terror quien manda. Argumenta incluso que seguir hablando
en términos de desigualdad es poco, porque la apropiación de riquezas de un ínfimo
sector -a nivel mundial- ha aumentado a dimensiones extravagantes en las últimas décadas. En definitiva, pareciera que el Estado busca recolonizar de miedo nuestras cuerpas, ese miedo que en tiempos de dictadura caló profundamente y nos llevó a un sistema estatal-empresarial, y que pretende radicalizarse en estos tiempos. El montaje del caos y la crisis son el escenario perfecto para aplicar las medidas inmovilizadoras. Ahora, lo importante es que, pese a esta violencia sistémica, la revuelta no da marcha atrás y continúa en las calles. Se organiza, piensa e imagina "otro Chile". ¿Será posible que la máquina del terror no logre su objetivo?


Por: Migrar Photo
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