Mi nombre es Marisol, mujer
lesbiana de 28 años, soy chilena, resido en San Cristóbal hace poco más de un
año y medio. Lugar al que llegué para acompañar los procesos políticos de dos
proyectos: el primero se llama Lesbianas y feministas por El derecho a la
información, donde nos propusimos acompañar mediante diversas estrategias a las
mujeres que deseen abortar de forma autónoma y segura. Y, el otro proyecto se
denomina Rebeldía Lesbofeminista del Sur, donde apostamos por la creación
política y rebelde de nuestra existencia lesbiana, desde una óptica radical
feminista. Vivo en una comunidad de lesbianas en el pueblo que hoy me cobija.
Es hasta hace algunos años,
que nombro lesbiana. No obstante, mi rareza y cuestionamiento profundo del
régimen heterosexual es tan antiguo como mi existencia misma. No recuerdo la
primera vez que escuché la palabra lesbiana, por lo mismo mis referentas son
escasas y se reducen más bien a la sospecha, o a la duda de “será o no será…
(lesbiana)”. Comprendo ahora como mujer y lesbiana política, que lo que no se
nombra no existe. Recuerdo que desde pequeña llamaron mi atención las mujeres
valientes, poderosas y raras, que se escapaban a la norma de la feminidad.
Mujeres brillantes, inteligentes, generosas con sus saberes. Creo que a todas
ellas las recuerdo, las llevo en mi cuerpo como el reservorio de mis primeros
amores.
“las
lesbianas insisten en documentar su lesbianismo.
así
perseveran las lesbianas, repitiendo lo que son: lesbianas.
todas
las lesbianas están hechas de mujeres que regresan a sí mismas.
Tatiana
de la Tierra
Desde muy pequeña, no fui del
agrado estético y sonoro de los hombres, me sentía incómoda en sus espacios,
sus pláticas y sus intereses nunca fueron de mi agrado. Nunca pude establecer
ningún vínculo amoroso ni sexual con ninguno de ellos. Soy una lesbiana de
siempre y de todas partes. La que señalan en la calle, por extravagante y por
gorda, la que recibe las miradas cómplices de otras lesbianas y de mujeres a
quienes les agradas, y el desprecio nauseabundo de los hombres que tanto nos
aborrecen por no acatar ni seguir con el destino de las mujeres en este
cultura: ser madres y la servidumbre sexo afectiva de los hombres.
Yo soy lesbiana
A mí no me gustan las mujeres,
yo soy lesbiana.
Yo no gusto de las mujeres, yo
soy lesbiana
Que si soy feminista, pues sí,
yo soy lesbiana
¿Que si me gustan todas
mujeres? No, yo soy lesbiana
Soy el caos inusitado en el
universo heterosexual, yo soy lesbiana
La fuga trémula ante tanta
misoginia, yo soy lesbiana
La calidez fulgorosa que
habita en ti, en mí, en todas, yo soy lesbiana
La avidez sapiente por la
fuente erótica primigenia, yo soy lesbiana
Una salida creativa a tanta
miseria, a esa miseria decente como decía la Mistral, yo soy lesbiana.
Soy la extranjera en
territorio minado de odio y desprecio, yo soy lesbiana
Un escape existencial
humanizante en la cultura del horror, yo soy lesbiana
Soy la ajena, tu hermana, la
extranjera como Audre Lorde, yo soy lesbiana
Esa energía única, agente y
desocultada, yo soy lesbiana
El trampolín cómplice, lánzate
y verás lo cierto que es, yo soy lesbiana
No sé si queda clara la
descripción de mi certeza,
Es lo que conozco y elijo, por
eso, por mí, y por las otras,
Yo soy lesbiana.
Mi búsqueda sexual, mi
contacto con el amor lo fui aplazando, ya saben la universidá, las amigas y la
fiesta, también el miedo y la inexperiencia, y también el lesbo-odio que recibí
del ambiente, como el que tenía internalizado. Nadie nos enseña a ser
lesbianas, nadie me enseñó a ser lesbiana; cómo decirle a tu amiga de la
escuela, de la universidad o de chamba que te encanta estar con ella, que la
piensas y que añoras pasar casi todo el tiempo en su compañía. A las mujeres
nos enseñan que tenemos que ser deseadas por los hombres, que son ellos los que
deciden por nuestro cuerpo y con nuestro placer. Me engañé diciendo que si me
enamoro de alguien será de una “persona”, cuando mi lesbiandad era visible a
kilómetros a la redonda.
Soy gorda… Soy una lesbiana
gorda. Que le encanta la comida. Revisando mi historia pienso que mi ser gorda
se amalgamó con mi ser lesbiana. Conjugo una rareza rebelde, que desagrada al
sistema, donde no quiero vivir ni estar. No quiero vivir en función de la
masculinidad y la feminidad, mandatos patriarcales que intentan reducir toda
nuestra potencial existencia creativa y rebelde. No confío en los mandatos de
género, no me interesa el género como propuesta política, más bien pienso que
la teoría de género es un refrito académico e institucional que nos vuelve a
borrar en nombre de la humanidad “generizada” que sigue siendo androcéntrica y
universalista. En ese lugar no quiero estar, no quiero ser incluida.
Cuando hablo de mi ser
lesbiana, lo hago desde la diferencia existencial que tenemos las mujeres al
nacer en esta cultura del odio y del patriarcado. Nacemos en un sistema
esclavista, en un sistema que se roba y se sigue robando nuestras energías. Lo
digo con la fuerza, con la energía de mis hermanas asesinadas y apabulladas,
que perecieron en la guillotina, que fueron quemadas en la hoguera por salir de
silencio, por cuestionar esta mierda de cultura de la basura. Lo digo con la
fuerza que me enseñó mi madre y mi abuela a resistir los embates de los machos
que han circundado sus vidas. Lo digo con la fuerza, con la rebeldía de mis
compañeras radicales que abandonan el lugar de víctimas, que denuncian, que se
sanan, que nos sanamos entre nosotras, que proponemos una vida distinta,
creativa y amorosa para las lesbianas, para las mujeres y para las niñas/os.
LESBIANA:
Aquella que vive en un pueblo de amantes, que aquella cuyo interés se dirige a
primer término a sus amantes, aquella que siente un deseo violento por sus
amantes, aquella que “que no vive en el desierto”, que no está “perdida” (Del
borrador para un diccionario de las amantes, de las lesbianas Monique Wittig y
Sande Zeig).
Pensamos que el lesbianismo
tiene un potencial político transformador en la vida de las mujeres, nosotras
somos una muestra de aquello. Nos convocamos en la propuesta del lesbianismo,
más allá de una práctica sexual u orientación sexual como le llaman desde el
patriarcado, el lesbianismo es en sí mismo una propuesta cultural, saludable y
sujeta a creación constante por parte de nosotras. Agradezco a todas mis amigas,
compañeras políticas, a mis amantes por sacarme del silencio, por ser mis
referentas, por sacarme de lo inefable, les agradezco ¡ser lesbiana y seguir
viva!
Marisol Torres Jiménez –
Lesbiana feminista radical
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