jueves, 13 de diciembre de 2018

La existencia Lesbiana en tiempos del patriarcado



Mi nombre es Marisol, mujer lesbiana de 28 años, soy chilena, resido en San Cristóbal hace poco más de un año y medio. Lugar al que llegué para acompañar los procesos políticos de dos proyectos: el primero se llama Lesbianas y feministas por El derecho a la información, donde nos propusimos acompañar mediante diversas estrategias a las mujeres que deseen abortar de forma autónoma y segura. Y, el otro proyecto se denomina Rebeldía Lesbofeminista del Sur, donde apostamos por la creación política y rebelde de nuestra existencia lesbiana, desde una óptica radical feminista. Vivo en una comunidad de lesbianas en el pueblo que hoy me cobija.
Es hasta hace algunos años, que nombro lesbiana. No obstante, mi rareza y cuestionamiento profundo del régimen heterosexual es tan antiguo como mi existencia misma. No recuerdo la primera vez que escuché la palabra lesbiana, por lo mismo mis referentas son escasas y se reducen más bien a la sospecha, o a la duda de “será o no será… (lesbiana)”. Comprendo ahora como mujer y lesbiana política, que lo que no se nombra no existe. Recuerdo que desde pequeña llamaron mi atención las mujeres valientes, poderosas y raras, que se escapaban a la norma de la feminidad. Mujeres brillantes, inteligentes, generosas con sus saberes. Creo que a todas ellas las recuerdo, las llevo en mi cuerpo como el reservorio de mis primeros amores.

“las lesbianas insisten en documentar su lesbianismo.
así perseveran las lesbianas, repitiendo lo que son: lesbianas.
todas las lesbianas están hechas de mujeres que regresan a sí mismas.
Tatiana de la Tierra


Desde muy pequeña, no fui del agrado estético y sonoro de los hombres, me sentía incómoda en sus espacios, sus pláticas y sus intereses nunca fueron de mi agrado. Nunca pude establecer ningún vínculo amoroso ni sexual con ninguno de ellos. Soy una lesbiana de siempre y de todas partes. La que señalan en la calle, por extravagante y por gorda, la que recibe las miradas cómplices de otras lesbianas y de mujeres a quienes les agradas, y el desprecio nauseabundo de los hombres que tanto nos aborrecen por no acatar ni seguir con el destino de las mujeres en este cultura: ser madres y la servidumbre sexo afectiva de los hombres.

Yo soy lesbiana
A mí no me gustan las mujeres, yo soy lesbiana.
Yo no gusto de las mujeres, yo soy lesbiana
Que si soy feminista, pues sí, yo soy lesbiana
¿Que si me gustan todas mujeres? No, yo soy lesbiana
Soy el caos inusitado en el universo heterosexual, yo soy lesbiana
La fuga trémula ante tanta misoginia, yo soy lesbiana
La calidez fulgorosa que habita en ti, en mí, en todas, yo soy lesbiana
La avidez sapiente por la fuente erótica primigenia, yo soy lesbiana
Una salida creativa a tanta miseria, a esa miseria decente como decía la Mistral, yo soy lesbiana.
Soy la extranjera en territorio minado de odio y desprecio, yo soy lesbiana
Un escape existencial humanizante en la cultura del horror, yo soy lesbiana
Soy la ajena, tu hermana, la extranjera como Audre Lorde, yo soy lesbiana
Esa energía única, agente y desocultada, yo soy lesbiana
El trampolín cómplice, lánzate y verás lo cierto que es, yo soy lesbiana
No sé si queda clara la descripción de mi certeza,
Es lo que conozco y elijo, por eso, por mí, y por las otras,
Yo soy lesbiana.
Mi búsqueda sexual, mi contacto con el amor lo fui aplazando, ya saben la universidá, las amigas y la fiesta, también el miedo y la inexperiencia, y también el lesbo-odio que recibí del ambiente, como el que tenía internalizado. Nadie nos enseña a ser lesbianas, nadie me enseñó a ser lesbiana; cómo decirle a tu amiga de la escuela, de la universidad o de chamba que te encanta estar con ella, que la piensas y que añoras pasar casi todo el tiempo en su compañía. A las mujeres nos enseñan que tenemos que ser deseadas por los hombres, que son ellos los que deciden por nuestro cuerpo y con nuestro placer. Me engañé diciendo que si me enamoro de alguien será de una “persona”, cuando mi lesbiandad era visible a kilómetros a la redonda.
Soy gorda… Soy una lesbiana gorda. Que le encanta la comida. Revisando mi historia pienso que mi ser gorda se amalgamó con mi ser lesbiana. Conjugo una rareza rebelde, que desagrada al sistema, donde no quiero vivir ni estar. No quiero vivir en función de la masculinidad y la feminidad, mandatos patriarcales que intentan reducir toda nuestra potencial existencia creativa y rebelde. No confío en los mandatos de género, no me interesa el género como propuesta política, más bien pienso que la teoría de género es un refrito académico e institucional que nos vuelve a borrar en nombre de la humanidad “generizada” que sigue siendo androcéntrica y universalista. En ese lugar no quiero estar, no quiero ser incluida.
Cuando hablo de mi ser lesbiana, lo hago desde la diferencia existencial que tenemos las mujeres al nacer en esta cultura del odio y del patriarcado. Nacemos en un sistema esclavista, en un sistema que se roba y se sigue robando nuestras energías. Lo digo con la fuerza, con la energía de mis hermanas asesinadas y apabulladas, que perecieron en la guillotina, que fueron quemadas en la hoguera por salir de silencio, por cuestionar esta mierda de cultura de la basura. Lo digo con la fuerza que me enseñó mi madre y mi abuela a resistir los embates de los machos que han circundado sus vidas. Lo digo con la fuerza, con la rebeldía de mis compañeras radicales que abandonan el lugar de víctimas, que denuncian, que se sanan, que nos sanamos entre nosotras, que proponemos una vida distinta, creativa y amorosa para las lesbianas, para las mujeres y para las niñas/os.

LESBIANA: Aquella que vive en un pueblo de amantes, que aquella cuyo interés se dirige a primer término a sus amantes, aquella que siente un deseo violento por sus amantes, aquella que “que no vive en el desierto”, que no está “perdida” (Del borrador para un diccionario de las amantes, de las lesbianas Monique Wittig y Sande Zeig).

Pensamos que el lesbianismo tiene un potencial político transformador en la vida de las mujeres, nosotras somos una muestra de aquello. Nos convocamos en la propuesta del lesbianismo, más allá de una práctica sexual u orientación sexual como le llaman desde el patriarcado, el lesbianismo es en sí mismo una propuesta cultural, saludable y sujeta a creación constante por parte de nosotras. Agradezco a todas mis amigas, compañeras políticas, a mis amantes por sacarme del silencio, por ser mis referentas, por sacarme de lo inefable, les agradezco ¡ser lesbiana y seguir viva!

Marisol Torres Jiménez – Lesbiana feminista radical

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